Aquella banca de cuatro estaciones donde el sonido melifluo de cada palabra que atraviesa el viento, quedó detenido y se convirtió en un espacio, en un vacío inmenso. Cada minuto andado ha corregido la parábola de aquellas estaciones donde las historias se cruzan y el camino engrandece. Momentos que logran quedar en la memoria, como si fuese ayer y hoy vivida. Así transcurren los días, donde las palabras toman sentido y cada letra es un suspiro de los mundos revividos. Ojalá pudiese detener el tiempo y acariciar de nuevo ese preciso momento; un instante, un mágico encuentro. Volvería a aquellos lugares donde imaginé el viento mecer mi alma, cruzaría de nuevo por la oscuridad sabiendo que al final de cada paso podría sentir que no hay vacío alguno al cerrar los ojos; solo la luz y el frágil brillo que se encontraría frente a mi ser. El poder concebir la idea hace crecer mis sueños de tan añorados anhelos en cada estación con sus diferentes mosaicos y
El entorno puede ser adverso, pero la naturaleza no se equivoca; una obra de teatro donde todos participamos... no existen vacantes, no se puede renunciar. Tienes que vivir el papel que te toca interpretar.