En el tejado, el sonido desgastado de la lluvia a cuenta gotas interrumpe bruscamente aquel eterno dormir. Me encontraba en la banca de aquel parque, donde el absurdo más grande al cruzar mi vida entera se presentaba ante mí. Las hojas te cubrían de sombras, el majestuoso árbol arrullado por el agua de aquel río. Un otoño en mi memoria, posiblemente me encontraba donde convergen cada una de las estaciones. La verdad, creo que era en primavera. En medio de aquella postal —un susurro me gritaba —bésala. El temor más gigantesco se resquebraja en mi pecho, algo dentro de mí respondía —no puedo. — ¿Por qué? — ¿Dime porque tengo miedo? —me cuestionaba en un profundo sueño. —Tienes miedo a vivir la vida —respondía. Corría sin poder parar, siempre huyendo de la vitalidad sin temor a colisionar. Sin algo a donde poder asirme, una caída en picada, en un vuelo había perdido las alas. Solo correr por el sendero, sin saber en qué momento se desplomaría
El entorno puede ser adverso, pero la naturaleza no se equivoca; una obra de teatro donde todos participamos... no existen vacantes, no se puede renunciar. Tienes que vivir el papel que te toca interpretar.