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El miedo a vivir la vida

En el tejado, el sonido desgastado de la lluvia a cuenta gotas interrumpe bruscamente aquel eterno dormir. Me encontraba en la banca de aquel parque, donde el absurdo más grande al cruzar mi vida entera se presentaba ante mí.

Las hojas te cubrían de sombras, el majestuoso árbol arrullado por el agua de aquel río. Un otoño en mi memoria, posiblemente me encontraba donde convergen cada una de las estaciones. La verdad, creo que era en primavera. 


En medio de aquella postal —un susurro me gritaba —bésala.


El temor más gigantesco se resquebraja en mi pecho, algo dentro de mí respondía —no puedo. 


— ¿Por qué? — ¿Dime porque tengo miedo? —me cuestionaba en un profundo sueño.


—Tienes miedo a vivir la vida —respondía. 


Corría sin poder parar, siempre huyendo de la vitalidad sin temor a colisionar. Sin algo a donde poder asirme, una caída en picada, en un vuelo había perdido las alas.


Solo correr por el sendero, sin saber en qué momento se desplomarían los sueños. No importa ya. Ha pasado el tiempo pero siempre reapareces.


Aquí estas en mi vida, me estrellas en cada momento de esta caída en picada. Me estampas a los miles de kilómetros por hora, me llevas a más de otros miles y tantos de la altura. Caída libre sin lograr cubrir mi rostro, sin poder meter las manos…


Tonto —me grita la vida— eres un tonto.


— ¿Por qué naces corriendo sin querer ver dónde pisas? Sin darte cuenta que dejas huellas que se hunden con el más profundo amor.


Aquella tarde de verano, sin reconocer la estación en la que estamos, al abrazarnos y sentir el cuerpo enardecido sin poder tocarte, nos besamos sin darnos el beso.


Cobarde — me grito cobarde— una y otra vez.


Al paso de los años la memoria, cual enemigo acérrimo, me traiciona; hurga entre los recuerdos. Mis manos comienzan a temblar, ha iniciado el cobrar del tiempo. En mi mente, solo pequeñas lagunas que se inundan de los sueños con tus besos.


Escenarios que solo viajando en mis letras, logran mitigar los lamentos por un pasado presente que discierne el porvenir al mantener nuestros pulsos sin cesar.


Todos tenemos nuestra propia verdad, hoy, se trascribe desde el alma en cada letra. Ya no importa en qué estación ni el sonido desgastado de la lluvia a cuenta gotas que interrumpe bruscamente aquel eterno dormir.


Por: WilyHache ®
17 de enero de 2019
13:05 p.m.
México
*Segmento de una historia; un libro que se encuentra en proceso.

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