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Insomnio



El incesante ruido del ventilador me arrojaba bruscamente al universo onírico. Puedo sentir como la temperatura desciende. Deseo tocar el suelo, recostarme bajo ese oscuro rincón y sentir como el fresco aroma del pasto acaricia mi cuerpo; descansar tan solo unos minutos. 

A la espera, siempre bajo aquel árbol, no he dormido en uno o en mil días. Sin advertencia de lluvia, solo destellos entre el cielo, los deseos al por mayor que se imploran al iluminar mis ojos. El verle de nuevo es uno de ellos. 

El cansancio me está venciendo, mi mente libra una batalla oculta entre el estado de vigilia y el sueño. Un espasmo me sorprende avisándome que duermo sin cerrar los ojos. La somnolencia está ganando la batalla, todo se paraliza, estoy vencido. 

Escucho una voz, un temblor inusual sacude mi cuerpo. Me sitúo entre un recorrido de escenarios, estoy en mi cama nuevamente. Han transcurrido muchos años desde que partí. 

Intento abrir los ojos, estoy en un auto, cuando de pronto algunos personajes que provenían de un callejón. Comenzaron a seguirme. Escuche un estallido. 

Detente, no huyas. –me gritaba. 
Que deseas de mí –contesté. 
Ayúdame, no puedo caminar – respondió. 

Baje del auto y me acerqué. Al lograr ver su rostro, solo destellos de quimeras le acompañaban. Años atrás, conocí una persona de singular euforia que retaba a la vida insistentemente. Estaba siempre cerca del abismo. Pero existía algo que la detenía, que no la dejaba caer jamás al vacío. Esa persona me hacía recordar lo nocivo de vivir sin armonía. Había encontrado quizás parte de su alma en aquella mirada. 

La angustia me absorbía, de pronto, mi pecho se convertía en el epicentro de los pulsos desmedidos. Un espectro deambulaba sobre otro ser que osaba irrumpir de manera despiadada por la ventana de una habitación en las inmediaciones de un jardín de proporciones de fantasía. Se desplazaba entre el viento, regodeándose entre las hojas de los árboles. Se mezclaba entre el silencio sin ojos que observar. Advertía la malicia, la peor de las pesadillas. 

En medio de aquel acto, un salto al pasado, me lleva a recordar un viejo balón de cuero que de pequeño mi padre me había regalado para jugar en la escuela; tenía ocho años.


Por: Wily Hache® 
12 de junio de 2019
20:33 
México
#elpisonumero8


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